A través del Paisaje.

Antiguamente podría ser un suplicio recorrer este país por carretera, pero hoy Marruecos cuenta con una gran infraestructura viaria en casi todo el territorio contando con autopistas, vías rápidas y carreteras convencionales con muy buen firme y señalización. Lo que convierte este recorrido que os traigo de norte a sur en un verdadero espectáculo para los amantes de viajar por carreteras y lo que se ve desde ellas.

Marruecos cuenta con una diversidad paisajística impresionante que abarca desde las majestuosas montañas del Alto Atlas, vastos e infinitos desiertos, bosques, impresionantes valles y desfiladeros, oasis entre palmeras hasta un agreste litoral atlántico. Visitar aldeas y pequeñas poblaciones también han sido objeto de este viaje, conocer la gente de las montañas y buscar las ancestrales costumbres y modos de vida que en algunos sitios aún perduran, aunque me temo que no por mucho más tiempo; ya no por la necesaria evolución y mejoras en las condiciones de vida a la que tienen derecho, sino por el riesgo a perder su propia identidad frente al devastador turismo consumista. Recuerdo las impresiones en mi primera visita en 1989 cuando ascendí al Djebel Toubkal (4167 m.) en el Alto Atlas, partiendo de lo que era una pequeña población llamada Imlil y que ahora, aunque se siga diciendo que es un pequeño “pueblo con encanto”, se ha convertido en un centro de turismo de montaña, masificado hasta el punto de parecer un Chamonix cualquiera, con sus hoteles, tiendas de alquiler, agencias de guías… y todo aquello que viene a demandar el turista de montaña y naturaleza. Esto me hace recordar lo de “hacer turismo de última oportunidad” que refería Mark Twain en su libro “Guía para turistas inocentes”. Y todo esto de crear atractivo para promover el desarrollo del territorio puede estar bien, pero siempre y cuando no se vea afectado las oportunidades de empleo y condiciones laborales ni las actitudes de la comunidad local.

Desde esa primera visita a Marruecos a esta han pasado más de 30 años y he realizado una decena de viajes recorriendo este país observando la transformación que ha ido sosteniendo a lo largo del tiempo, cambios que he observado en distintos lugares como en Merzouga, Ouzoud, Xaouen, M’Hamid El Ghizlane, Bosque de Ifrane, Garganta del Todra o la mismísima Marrakech. Me produce una gran alegría al observar como todo se va adaptando positivamente a los nuevos tiempos. Por suerte, ya no se ven aquellos pedigüeños niños con churretes, ahora prácticamente en todas las poblaciones se les ve con sus mochilas de camino a la escuela o subidos en los flamantes y nuevos microbuses del transporte escolar. También es fácil ver a la juventud femenina con vestiduras “más a lo europeo” sustituyendo por leggins, sudaderas y zapatillas deportivas el caftán, reservando estos para un uso festivo u ocasional. Todos, jóvenes y mayores portan un smartphone, que dicho sea de paso existe muy buena cobertura para Internet en casi todo el territorio.
Los que hayáis estado en Marruecos hace tiempo y volváis ahora, echaréis de menos aquellos viejísimos Peugeot y Mercedes que eran los petit o grand taxi, ya que la gran mayoría de estos estos han sido sustituidos por nuevas furgonetas de siete plazas en un estado impecable de mantenimiento y limpieza.
Para los que viajamos por carretera con autocaravana o camper debemos estar agradecidos a que ahora hay muchos lugares donde hacer el servicio de cambio de aguas, ya que están proliferando las áreas de servicios y los campings que, aunque aún les queden por mejorar ciertas cosas se van adaptando a la demanda turística a pasos agigantados con una relación de calidad y precio más que aceptable.
Bueno, a lo que vamos.

En este viaje realizado en diciembre de 2024 he ido huyendo en la medida de lo posible de los circuitos más comunes –como siempre hago–, dejando de lado –por haberlas visitado ya– ciudades imperiales y kasbahs. Me he ido centrando en panoramas con la menor influencia humana, buscando espacios abiertos poco antropizados, cuestión esta cada vez más difícil por la presencia de antenas, aerogeneradores y otros artefactos instalados que invaden el paisaje. Así de norte a sur, me he adentrado en los bosques de cedros entre Ifrane y Azrou. He paseado por las Sources Oum Rbia, pero aquí lo único que me llamó la atención es la forma en que están explotando el río instalando infinidad de puestos de comida y souvenires para el turisteo. Continuando hacia el sur cruzando el Atlas Medio por carreteras convencionales hasta llegar a los lagos Isli y Tislit en el extremo occidental del Alto Atlas, para continuar por la garganta del Todra y seguir recorriendo el inmenso valle del Dadés salpicado de palmerales y oasis hasta alcanzar la costa atlántica en El Ouatia. Más tarde y por una nueva y estupenda carretera llegué a Tarfaya, objetivo final de este periplo.
Poco antes de Tarfaya tuve la ocasión de admirar como las dunas del desierto acaban sumergiéndose en el océano, nunca me podría haber imaginado tal panorama, sobre todo al amanecer. Y es en lugares así donde la contemplación del paisaje trasciende más allá de lo bello o bucólico que se nos presenta en la escena, pues, a poco que con una observación pausada se empieza a reflexionar sobre lo natural y lo humano. Veamos, nos encontramos a unos escasos 30 kilómetros de la línea que separa Marruecos del Sahara Occidental (no entraré en la polémica sobre la ocupación de territorios), lo que posiblemente justifica la existencia de puestos militares por toda la costa cada dos o tres kilómetros, pidiendo y registrando pasaportes a todo ser humano que por allí pulula. También llama la atención ver como las dunas del Sahara se hunden en la laguna de Naila que da acceso al océano Atlántico, aquí se encuentra un pequeño embarcadero con algunos botes usados para la pesca y ocasionalmente para paseos turísticos y quizás no tan turísticos porque también es el punto más occidental del territorio del Sahel y se encuentra a sólo unos 80 kilómetros de la española isla de Fuerteventura. Hagan sus conclusiones.
Es en estos inhóspitos lugares desérticos donde la fotografía puede pasar a un segundo plano; luces, tonos, colores… se hace necesario observar en derredor el paisaje desde el punto de vista de la geografía física y humana, porque donde solo se ve arena con un crisol de distintas luces y sombras, existe una vida oculta llena de necesidades por sobrevivir.
Ahora, si sigues interesado en este viaje por los paisajes desde las carreteras, te invito a ver el siguiente vídeo:
Otra entrada relacionada: Buscando el Sahara
Espero que os haya gustado, y como siempre, si quieres alguna información más ¡contacta con nosotros!
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